sábado, 16 de octubre de 2010

2. PROEMIO A MI MADRE

Pasé por el Edipo con mi madre hasta los 11 o 12 años, que fue cuando mi adoración pasó a ser tía Elsie, mi tía hermosa, por quien aún no he dejado de llorar cuando viene a mi memoria.
Luego que perdí a tía Elsie, y que mi madre se pensionó y tuvo más tiempo y soledad para pensar en sus relaciones con los demás, emprendimos juntos un camino muy difícil para llegar a un equilibrio respetuoso que nos convenía a los dos.
Yo aún no dejo de encontrar rasgos de ella que me sorprenden, como cuando hace unos meses me platicó mi prima María Cristina sobre cómo la había ayudado su tía Gloria a conseguir trabajo, luego de la muerte del tío Rodolfo.
Lo primero que puedo decir de mi madre, es que era una mujer de carácter y belleza rara. Una mujer de contrastes, con un sentido de la elegancia que no he vuelto a tener cerca de mí, a la vez que podía andar con harapos en casa porque así se sentía cómoda.
Doña Gloria Mireya Gamboa y Gamboa, quien se quitó su segundo nombre de pila porque siempre lo aborreció, nació en la ciudad de Mérida el 12 de mayo de 1931, un año después de que vino al mundo su hermano Carlos. La abuela Carolina la registró de manera extemporánea el 7 de enero de 1958, en Chuburná de Hidalgo. Esto lo hicieron unos días antes de la boda civil de mis padres.
Cuando era niña murió el abuelo Rodolfo, su padre, lo que le causó un enorme dolor del cual le costaba trabajo hablar. Fue la última de los hijos de los abuelos, y como no era tan blanca como los demás, tío Rolando siempre la llamaba "Negra".
Fue una estudiantes aplicada, llegó a dominar el idioma inglés con soltura y era muy práctica, como es característico en las yucatecas. Estudió para secretaria bilingüe y trabajó ejerciendo estas funciones en Henequeneros de Yucatán. Más tarde, con ayuda de tía Elsie, estudió en la Escuela Normal del Estado, y se hizo maestra. Antes de que yo cumpliera los seis años, mi madre era profesora en una escuela primaria de Sucilá, Yuc. Aún recuerdo la única vez que nos llevaron allá para conocer a la familia con la que vivía entre semana, así como los relatos que contaba los sábados y domingos que estaba con nosotros, sobre todo las penurias de la gente de ese pueblo, que no tenían para comer más que frijoles con tortillas y mucho chile. A ella le daban de comer huevos, lo cual era un lujo.
Desde adolescente dejé de decirle "mamá", no recuerdo por qué. Le llamaba "Little" o "Madre", y siempre la tutée.
Su relación con sus hermanos siempre fue de minoridad, pues la veían como la pequeña, la que no debía opinar o hablar, sino escuchar. Sin embargo, también había una gran fraternidad entre ellos, de manera que si alguno necesitaba los demás lo apoyaban, y me consta que mis tíos apoyaron a mi madre. La única vez que se rompió esta fraternidad fue con el conflicto por la casa, cuando luego de la muerte de tía Elsie la quisieron echar y se llegó a un pleito que duró casi una década. Pero en otra ocasión tocaré este delicado asunto.
Tuvo varios enamorados, pero conoció en una fiesta a mi padre, don William John Endean, y lo rechazó diciéndole que no le gustaban los gordos. Sin embargo, él insistió en buscarla y se casaron por el civil el 10 de enero de 1958, cuando ella tenía 26 años. Mi padre siguió viviendo en un hotel, hasta que en 1961 se casaron por la iglesia y él pudo entrar a vivir a la casa de mis abuelos, donde construyeron unos cuartos en la parte de enmedio del largo terreno original.
A mi madre le gustaba mucho leer novelas, de Corín Tellado, de Barbara Cartland, y tenía varios volúmenes en un librerito que sobrevivió muchos años al comején. Cada vez que venía a mi casa en el Distrito Federal, se llevaba al menos dos novelas, sobre todo novelas históricas, que eran sus favoritas.
Cuando murió el día de Reyes del 2008, supe que el mundo no se había acabado, sino que debía valorar sus grandes virtudes y peores defectos para entender los rasgos característicos de los Gamboa, que no son, como le dije hace unos meses a mi primo Álvaro, el ser pleitistas, sino que tenían un gusto por vivir, por comer, por disfrutar, por platicar y sentirse bien. "Lo que comes, miras y bailas, nadie te lo quita", decía mi madre que oyó mencionar a su abuela.

Por ahora, dejaré aquí este relato introductorio a esta mujer muy compleja que fue mi madre, pero volveré con ella en otras varias ocasiones.

2 comentarios:

  1. Mi madre cambió su nombre de pila para que quedara sólo "Gloria" en el año 1976.

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  2. Que señora tan guapa y elegante. Me encanto ver la evolución de su estilo a través de los años. Divino vestido aquel que porta en la foto en la que está de perfil.

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